sábado, 18 de diciembre de 2010

Astronomía diurna a simple vista. Amanecer.

El amanecer, ese instante ya de cielo claro y luz normalizada, en el que el disco de nuestro astro rey, el sustento de nuestra cadena alimenticia, el horno de nuestro pan, comienza a aparecer, fantasmagórico, mágico, amarillo, con su hiriente luz, rasgando el horizonte.

Un instante ideal para tomar constancia de nuestra velocidad de rotación. Su redonda forma no tarda en dibujarse, perfecta, cegadora, perfilada, mostrándonos un día más que la noche terminó, que giramos rápidamente, imparables, asombrosamente veloces. Nuestra redondez, el heliocentrismo, la gravitación universal, las fuerzas centrípetas contra las centrífugas, el inmenso tamaño de nuestro microscópico sistema solar, lo que somos realmente... todo esto queda en evidencia a la vez, como luciente anuncio natural de nosotros mismos.

5 comentarios:

  1. "He visto a la mañana en plena gloria
    los picos halagar con su mirada,
    besar con su oro las praderas verdes
    y dorar con su alquimia arroyos pálidos..."

    Shakespeare

    ResponderEliminar
  2. Esto es pura poesía científica...
    ¡¡Frikis al poder ya!! ;))) y yo a la cabeza.
    ¡¡Hermosa, Rubén!!

    ResponderEliminar
  3. Me lo habéis enseñado vosotros: poesía científica..ciencia poética...Al final todo es lo mismo: curiosidad, observación, intentos de explicar con mejores o peores frases lo que nos rodea...Los poetas están acostumbrados a observar y reflexionar....

    ResponderEliminar