lunes, 26 de septiembre de 2011

Sorprenderse

Me he sorprendido a mi mismo sorprendiéndome de lo sorprendente que resulta que todo lo que es sorprendente no nos sorprenda.

Parece una frase cacófona, pero es cierto. Siento que cada vez nos sorprenden menos las cosas, los avances, los cambios, la tecnología... y eso no es bueno.

Sorprenderse es el sentimiento, y por lo tanto mensaje desde el subconsciente hacia el consciente, informando de la gran importancia que a este nivel se ha clasificado algo, para que el consciente también tome nota. Nuclus le dice a Presi: ¡¡heee!!!.. ¡¡fíjate en esto, verás como mola!!!!..

El hecho de que cada vez nos sorprendamos menos indica un acomodamiento emocional que impide prestar más atención a las increíbles y estupendas cosas nuevas que podemos observar. Además que sea un comportamiento subconsciente hace más difícil detectarlo y corregirlo.

Me sorprende que no nos sorprendamos todos los días cuando sale el sol. Debería seguir siendo sorprendente la belleza implacable de sus calurosos buenos días. Sorprendente debería ser que tengamos teorías sobre el comienzo del universo. La constancia de que existen los átomos y que sabemos de que se componen.. y de que se componen sus partes... incluso que tengamos una teoría sobre de que se componen las partes que componen las partes que componen los átomos... ¡¡sorprendente!!!.

Cualquier insecto es sorprendente.. máquinas biológicas de una perfección y complejidad increíbles. Un arco-iris, que deja al descubierto que la luz del sol es de colores, pero que al juntarse estos la vemos blanca. Ver oxidarse una manzana recién cortada en dos. Que existan las bacterias, seres vivos que están por todas partes y son tan pequeños que no podemos verlos. Que las plantas giren para buscar el sol. Que dos más dos siempre sean 4, en los espacios vectoriales euclídeos, claro. Que la música sea capaz de manejar nuestros sentimientos a su antojo, entristeciéndonos, emocionándonos o animándonos. Un tostador de pan, del que pulsando un botón sale pan caliente. Una bombilla, que ilumina nuestra oscuridad. Lo increíblemente necesario para estar vivo que es dormir. El caprichoso ritmo con que aparecen los números primos (con el permiso de Riemann). La inconmensurable complicación biotecnológica de cualquiera de las células que nos componen. Hasta donde puede llegar a dominarnos el amor. Lo blandas que han conseguido hacer las latas de coca-cola. Que en una sola molécula esté escrito como construir un cuerpo humano. Lo grande que nos resulta el planeta tierra, y a la vez lo infinitamente microscópico que es. La cantidad de espacio vacío que hay entre átomo y átomo. La grandísima variedad de formas de vida que existen sobre la tierra, cada una ocupando un lugar preciso dentro del espacio que ofrece lo no vivo, como un gran mosaico de oportunidades aprovechadas. Que estés leyendo esto que escribí en mi sistema informático que está conectado vía Internet con el tuyo... tantas y tantas y tantas cosas más...

Lo que realmente es sorprendente es la cantidad de explicaciones científicas que tenemos de fenómenos que ocurren a nuestro alrededor, incluso los que nos forman. Y lo decepcionantemente sorprendente que resulta que no nos sorprenda.

Hagamos un esfuerzo entre todos por mantener viva a la sorpresa. Recuperemos ese don con el que todos nacemos y que con esa naturalidad autóctona derrochan los niños. Despertemos de nuestra pereza para llenarnos de la belleza a la que lleva la senda de la sorpresa.


sábado, 24 de septiembre de 2011

Vivir con Irene

Saldré a pasear
por la verde pradera
que creas al vivir,
para buscar mi alimento,
para sentir.

Navegaré por la línea
que trazas con tus pies
persiguiendo el perfume
de tu forma de vivir,
de tu forma de sentir.

Cerraré los ojos
para verte por dentro
probar tu chocolate
dulce alimento
antes que la muerte me mate
y me tenga que morir.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Vida, muerte y religión.

He escrito mucho en este blog, y el tema que me dispongo a tratar no es nuevo, pero me sorprendo de no haberle dedicado un post exclusivo.

Una de las formas de saber lo que somos, de conocernos, es saber que es la muerte, porque si lo consiguiéramos sabríamos lo que es la vida.

Al enfrentarnos a este tema, conocer la naturaleza de la muerte, emergen a primer plano características muy profundas de nuestra propia naturaleza, siendo una ocasión aún más especial de conocernos a nosotros mismos.

La vida, sin necesidad de definir lo que es, aquí, en la tierra, tiene un comienzo y un fin. He sido testigo de ambas cosas. Antes de nacer no somos. Cuando la tierra aún no existía y el sol estaba formándose ningún ser vivo de los que hoy puebla la tierra existía. Los átomos, los materiales que nos componen si, pero no somos los materiales que nos componen, de echo, a lo largo de la vida estamos constantemente renovandolos. Tus brazos, piernas, músculos, huesos y órganos se regeneran y sustituyen poco a poco. Incluso las células que menos cambian, las del miocardio del corazón, se regeneran internamente. No somos lo átomos que componen nuestro cuerpo.

La información, en primer momento genética, y posteriormente ambiental percibida por nuestro sentidos es lo que realmente nos compone. Es una información cambiante, que comienza cuando nuestros genes se juntan en nuestra primera célula, y una vez formado nuestro cerebro, según comienzan las primeras percepciones sensoriales, estrenamos nuestro almacén de información ambiental, nuestros recuerdos. Anterior a estos dos sucesos no hay nada que pueda identificarse como nosotros. Y derivado de esta afirmación podemos decir que morimos cada instante para volver a nacer como otras personas, cambiamos dejándonos olvidados por el camino. ¿Eres igual que cuando tenías 5 años? ¿Serás igual que ahora con 80?

La gran mayoría de las personas, incluso puede que tú mismo, lector de estas palabras, creen que hay algo más. Que venimos de algún otro sitio, como reencarnación, alma inmortal, o cualquiera de las miles y miles de opciones religiosas al respecto de nuestro origen que cada una de las personas a lo largo del planeta puede llegar a tener, en el presente, pasado y futuro. No me cuadra que cada vez seamos más seres los que vivimos y más humanos sobre la tierra. A lo largo de la historia sabemos que ha habido momentos de gran florecimiento biológico en el planeta, y periodos como las glaciaciones que han supuesto la muerte para muchos individuos. Si hay algo aparte de lo dicho ¿Donde se conservan las almas que no están en los seres vivos? ¿Donde estuvimos esperando a nuestro cuerpo los miles de millones de años que tardó en existir nuestro sistema solar? Si la población de humanos sigue aumentando ¿Donde están los que aún no están vivos?

Ahora que conocemos la sinapsis, la gestación humana al detalle, la genética. Ahora que hemos visto como una persona que sufre traumatismos craneales u otros problemas cerebrales localizados modificaban sus capacidades mentales, personalidad y recuerdos en uno u otro sentido.¿No es momento de dar un paso para adelante, hacia la utópica verdad, y abandonar creencias infundadas que no nos conducen a ningún sitio?

Cuando morimos, nuestro cerebro deja de funcionar (o al revés). Las conexiones neuronales se rompen y las neuronas mueren. Con ellas, nosotros. Nuestra información ambiental se borra, desaparece, y la información genética, de igual forma, con la muerte de las células y del organismo en conjunto.

Nacemos con la necesidad de respuestas. La evolución nos hizo llegar aquí como individuos con un arduo sentido de la curiosidad. Un individuo curioso, que se interesa por la causa de lo que sucede, es un individuo con grandes conocimientos del medio en el que vive, y, por lo tanto, un individuo con grandes posibilidades de supervivencia. Esto que tanto bien nos ha hecho como especie, y que tan bien nos viene en nuestra sociedad actual tiene un efecto secundario. Un reverso tenebroso del que no nos podemos librar. Somos seres supersticiosos. La necesidad de respuesta nos empuja a inventárnosla sobre las cuestiones para las que no encontramos explicación. Que consecuencia tiene esto: que termina la esperanza de encontrar la respuesta correcta, porque la respuesta inventada nos corta el camino. Detectar las creencias no fundadas y eliminarlas es el único camino hacia las creencias correctas y reales.

La ciencia es nuestra única herramienta válida en este sentido. No es perfecta: se basa tan solo en la experimentación, y postula teorías apoyadas en otras teorías, que de demostrarse falsas hacen caer todo el castillo de naipes... pero nos ha traído hasta aquí. ¿Tu no tienes microondas en casa? pues lo tienes gracias a la ciencia.

Buscar la respuesta a qué es la vida y la muerte nos hace darnos contra una pared muy dura, tanto que muchos prefieren saltarla con la escalera de la superstición, de la religión. Con ella no te das el golpe, pero terminas, igualmente, al otro lado del muro: el final del camino.

Con mis palabras no quiero menospreciar lo más mínimo el sentimiento religioso personal (nada que ver con las organizaciones religiosas), ni intentar convencer con mi postura. Siento, y cada vez más, un gran respeto por quienes su religión les ayuda a vivir, a convivir con la muerte de familiares o amigos y a morir. Respeto y envidia, muchas veces.

Para mi no hay elección. Soy asepticamente ateo porque todo en mí me empuja a pensar tal y como estoy escribiendo, y no puedo más que ser consecuente.