lunes, 28 de mayo de 2012

Inmortalidad gestada.

Pensaba yo hoy sobre el envejecimiento y la muerte, al leer en un libro que el deterioro físico de los seres vivos es inevitable.

Pensaba si no sería posible migrar de cuerpo para evitar tal deterioro. Llegado el momento, nos fabricaríamos un cuerpo nuevo y trasferiríamos la información que nos compone a este nuevo cuerpo, por ejemplo trasplantando el cerebro.

En ese momento me he dado cuenta que no es tan diferente de lo que en realidad ocurre: Tenemos hijos que nos suceden naturalmente con cuerpos nuevos. Ellos son nuestros sucesores en la carrera contra dicho deterioro. Pero, si esto es así, que yo creo que si, significa que todos, cada una de las formas de vida que hay sobre el planeta, somos distintas versiones del mismo ser vivo. Cada una de las bacterias, árboles o mamíferos que han vivido, vivimos y vivirán, somos todos el mismo individuo. Somos un ser vivo tamaño planeta, que nos extendemos por el tiempo desde hace unos 3.400 millones de años.

Lastima que la información cerebral adquirida durante la vida no se mantenga de generación en generación, y no me refiero a nivel cultural, sino mantenerla al 100%. Si nuestros hijos nacieran con todos nuestros recuerdos y vivencias seríamos nosotros mismos reencarnados y podríamos volver a vivir, y así sucesivamente. Curiosa forma de inmortalidad ¿no?

jueves, 10 de mayo de 2012

¿Ves?

Hoy he tenido una más que interesante charla en mi más que interesante ambiente de trabajo. Estas palabras van dedicadas a mis compañer@s , - )

Hemos empezado, como buenos informáticos, intentando calcular el peso en bytes de la vida de una persona, pasando por los detalles de la percepción y llegando hasta el determinismo práctico en nuestro cerebro... lo típico.

Como me han quedado muchas ganas de seguir pensado en estos interesantes temas voy a intentar aprender de mis palabras.

El ejercicio trata de calcular el peso en bytes de la vida de una persona. Si haces una búsqueda en google de este tema aparecen multitud de intentos en los que se calcula cuantas imágenes puede ver una persona con sus ojos, pesar el tamaño de esas imágenes y calcular que en menos de 2 petabytes (9.007.199.254.740.990 unos o ceros) se puede guardar la información perceptible en 80 años de vida.

Creo que la percepción es algo maravillosamente mas complejo que esto. La visual, para seguir el ejemplo, utiliza un órgano (hardware) con sus limitaciones. Los bastoncillos de nuestra retina contienen una molécula, la rodopsina, que cambia de forma cuando le da la luz, estimulando una terminación nerviosa. Estas, como no puede ser de otra manera, tienen un número determinado, por lo tanto (como no puede ser de otra manera) nuestro órgano de la visión tiene una cierta capacidad, que condiciona cualitativamente el primero de los pasos de la percepción visual.

El compendio de estos estímulos en un momento dado (ha de haber una velocidad a la que de estímulo físico se transcribe a estímulo cerebral) llega a nuestro cerebro, en el que no hay una pantalla en la que proyectar estas imágenes. Por mucho que queramos creerlo no somos cámaras de vídeo. Nuestro cerebro no ve imágenes, sino abstracciones.

Entran en proceso todo un ejército de esquemas mentales, que secuencialmente, uno después de otro, van tratando la percepción física y convirtiéndola en percepción lógica. Se empieza por procesos sencillos, como distinguir contrastes, colores y formas. Después empieza la bueno. Tenemos la impresionante y sorprendente capacidad de abstraer, es decir, transcribir la imagen vista a conceptos, ideas con las que después sigue trabajando el cerebro. Es como si en vez de trabajar con una gran cantidad de información sin sentido, comprimiéramos toda esa información en un concepto, algo mucho más económico informáticamente. No sabemos los detalles de como sucede esto, pero creo que no puede haber otra manera, aunque parezca increíble: debemos comparar, a cada instante, cada objeto percibido con todas y cada una de las cosas que conocemos. Una vez comparadas, etiquetamos lo percibido en forma de concepto y a partir de ahí es esa la información con la que seguimos trabajando.

La abstracción hace una segunda cosa muy muy importante para el único objetivo con el que está construido nuestro cerebro (sobrevivir), que es asociar cada una de las ideas percibidas a un sentimiento. El sistema límbico, y en especial la amígdala es el órgano cerebral encargado de cargar emocionalmente cada idea. Es tan importante para nosotros esta segunda información que las personas que por lesiones cerebrales no ejecutan esta acción no son capaces ni de reconocer los rostros de sus seres queridos, a pesar de que los están "viendo" (percepción física) perfectamente.

Estos sentimientos son el lenguaje directo entre el subconsciente y el consciente, siendo herramienta fundamental y rápida para interrumpir la atención del consciente con una idea. El cálculo de este sentimiento ante nuevas percepciones, igualmente, ha da ser obtenido contrastando la idea cruda con toda nuestra base de datos, los recuerdos, que curiosamente son más fácilmente accesibles cuanto mayor sea la carga emocional que llevan asociada.

El proceso de atención, fuertemente determinante en el resultado final de la acción de ver, sería la focalización, consciente o subconsciente, para que solo sea tratada por todos los procesos descritos, parte de la información físicamente percibida, incluso influyendo en futuros movimientos de ojos, cabeza o cuerpo completo para ajustar la percepción física hacia lo que lógicamente se quiere precisar. Para que esto sea posible entra en juego, también, nuestra máquina del tiempo, que basándose en lo que estamos viendo y en todos nuestros recuerdos, vaticina, adelantándose a los acontecimientos, lo que va a ocurrir inminentemente. Las discordancias entre los sucesos y este pronostico se cargan con la emoción de la sorpresa que despierta interés, ya que implica que está sucediendo algo inesperado, y por lo tanto potencialmente peligros, en el mejor de los casos digno de evaluar.

Con todo esto, nuestro objetivo está muy lejos de ser posible, ya que para cuantificar la información percibida tendríamos que comprender el lenguaje en el que están escritas las ideas y sentimientos en nuestro cerebro, que como buen informático después creo posible que se puedan traducir a bytes.

Por ahora nos conformaremos con maravillarnos con el inconmensurable trabajo ejecutado por nuestros cerebros.