lunes, 1 de noviembre de 2021

Hombre, mujer, sexo, género y la injusticia de las palabras

Usamos las palabras para hablar, para comunicarnos, pero también las usamos para pensar. Es por esto que debemos tener muy en cuenta la relación entre nuestras amigas las palabras y los conceptos que encierran. Lo habitual es que contengan una o más acepciones discriminables por el contexto en el que sean usadas, pero hay ocasiones en la que nos encontramos con palabras que encierran conceptos cercanos que quedan mezclados injustamente, enturbiando nuestra capacidad de expresión, pero -más importante- confundiendo nuestra realidad.

Por ejemplo, la palabra suerte. Hay dos cosas muy diferentes que mezclamos de forma bastante injusta: por un lado, cuestiones que dependen exclusivamente del puro azar, y por otro, metas alcanzadas con intención. Me tocó la lotería ¡qué suerte! Aprobé el examen ¡qué suerte!

Uno de los ejemplos más amplios de estas injustas mezclas la tenemos en palabras que a priori pueden resultar de lo más inocentes: Hombre y mujer, femenino y masculino. Parecen palabras que cualquier niño puede controlar, pero vamos a detenernos a examinarlas y descubriremos cuantas cosas diferentes hemos metido dentro de ellas.

Las personas tenemos una molécula de ADN en cada una de nuestras células. Una de las formas en las que puede aparecer este material genético es como parejas de cromosomas. La pareja 23 tiene una particularidad, hay personas con XX y otras con XY, es decir, el último cromosoma es más largo en algunas personas y más corto en otras.

También tenemos unos genitales, las partes de nuestro aparato reproductor que pueden verse desde fuera de nuestro cuerpo: pene, testículos, vulva y vagina.

Otro tema muy diferente que también forma parte de las personas es el conjunto de gestos, formas, modales, peinados, ropas, complementos personales (incluso dotarse de bellos en unas u otras partes del cuerpo) que forman un conjunto de expresiones que utilizamos como carta de presentación de cara a nosotros mismos a nivel personal y a los demás a nivel social.

Por otro lado, está la sexualidad de cada uno, es decir, la atracción física y emocional hacia otras personas. 

Bien, pues ya tenemos todos los ingredientes para definir qué es un hombre -lo masculino- y qué una mujer -lo femenino-:

Una persona con cromosoma 23 XY, que tiene pene y testículos, que se muestra ante los demás con ropa-pelo-bello-formas reconocidas socialmente como masculinas y a quien le gustan las mujeres es un hombre.

Una persona con cromosoma 23 XX, que tiene vulva y vagina, que se presenta ante los demás con ropa-pelo-bello-formas reconocidas socialmente como femeninas y a quien le gustan los hombres es una mujer.

Fin de la historia ¿Verdad? ¡¡qué sencillo!!! Pues ni mucho menos, pues si algo tenemos las personas es que no somos nunca sencillas.

La relación entre la información genética de nuestro cromosoma 23 con nuestro aparato sexual es un hecho científico ampliamente superado, pero también lo es el afirmar que no es determinante. Factores ambientales, la expresión o no de ciertos genes por distintos factores y todo un complejo ecosistema que estudia la epigenética puede dar lugar a personas que teniendo cromosoma XX tengan pene, y con XY vagina. Es más, hay personas que no tiene ninguna de las dos cosas, personas intersexuales que tienen las dos e incluso hay personas que nacen con una de ellas y cuando entran en la pubertad cambian desarrollando la otra. Resistencias a la testosterona que cambian en un momento determinado pueden dar lugar a personas con estas características. Esto demuestra que nuestra genética o nuestros aparatos reproductores no pueden ser determinantes para clasificarnos como hombres o mujeres. 

Ni que decir tiene que una persona con falda, pelo largo, amplios collares, pendientes, ropa ajustada y anillos puede ser una mujer o un escoces heavy metal. Cómo nos mostremos al mundo, si tenemos más o menos barba, si nos depilamos allí o allá o el color de la camisa no nos convierte en hombres o mujeres. Prueba de ello es que un día podemos tener un aspecto diametralmente opuesto al siguiente, sin cambiar nada en nosotros.

Tema superado es -o debe ser- el de que la orientación sexual. Ser heterosexual (te gustan las personas con identidad de género contrario) no es la única que existe. Homosexual (te gustan las personas de tu misma identidad de género),  bisexual (te gustan dos o más identidades de género), Asexual (no sientes atracción por otras personas), Pansexual (atracción por todas las identidades de género). Ni que decir tiene que quien te gusta no determina si eres hombre o mujer.

Entonces ¿Qué nos hace ser hombres o mujeres?

La infinita complejidad de nuestros cerebros da como resultado lo que comúnmente llamamos mente. Dentro de las piezas básicas que componen este rompecabezas (nunca mejor dicho) contamos con una que es la identidad de género. Es aquí, como una parte esencial de nosotros mismos, donde emerge nuestro verdadero, intrínseco y personal sentimiento que nos hace ser hombres o mujeres. Ojo, no digo sentirnos hombres, digo que nos hace ser hombres.

¿Cómo podemos comprobar que esto es así? Vamos a intentar hacer un experimento mental, que, si bien no arrojan pruebas fehacientes, le sirvieron a Albert Einstein para aproximarse a su relatividad. Pensemos en un futuro imaginario -aunque posible- en el que la medicina haya avanzado tanto que los trasplantes cerebrales sean una realidad. Imaginemos que nos someten a dicho trasplante y remplazan nuestro actual cuerpo por otro con cromosomas, genitales, presencias de bellos y tamaños de pechos contrarias a las que tenemos ahora mismo ¿Cambiaría esto nuestra identidad de género? ¿Dejaríamos de ser mujeres para ser hombres o viceversa? No, no lo haríamos. Igual que no cambiarían tatos y tantos otros aspectos que forman parte íntima e intrínseca de lo que nos define. Accidentes traumáticos y experimentos de muy dudosa moralidad han demostrado esto mismo a lo largo de la historia.

De hecho, la realidad de las personas es aún más compleja, pues existen otras identidades de género inexplicables sin reconocer que es algo exclusivamente cerebral: Personas no binarias, es decir, con una tercera identidad de género que no es ni hombre ni mujer. Demiboy o demigirl, que son personas que se identifican solo parcialmente como hombres o como mujeres, incluso hay quien se identifica con ambos. Hay sociedades en las que son reconocidas 5 o más identidades de género, y las personas son clasificadas fuera del binarismo hombre-mujer.

¿Qué es una persona trans entonces? Pues simplemente una persona a la que se le ha presupuesto una identidad de género en base a si tiene pene o vagina al nacer y no se ha acertado. Estas, a pesar de ser reconocidas por los demás como perteneciente a esa identidad, a pesar de ser tratados, vestidos, clasificados y registrados como los demás presuponen llega un día que se dan cuenta que todos ellos se han equivocado, pues quien está en posesión de ese conocimiento es únicamente uno mismo. No se trata de un capricho ni de una moda. Solo tienes que pensar qué te pasaría si a partir de hoy todo el mundo te tratara como hombre si eres mujer y viceversa ¿Tendrían razón todos ellos o tu?

Al igual que ningún recién nacido tiene una sexualidad, ninguno tiene una identidad de género. Ambas cuestiones son exclusivamente mentales y han de cristalizar llegado cierto momento de madurez de esa persona durante su desarrollo. Estamos lejos de poder saber cuál es el origen de ambas cuestiones, si tiene o no influencias genéticas, epigenéticas, ambientales, sociales, etc… Pero sea como sea la diversidad humana en ambos sentidos es innegable.

El lenguaje y las palabras deben ser justos con la realidad, y no debemos dejar que la mezcla de conceptos de ámbitos tan diferentes como de los que hemos hablado convivan dentro de las palabras hombre y mujer. Es injusto y perjudicial para tantas y tantas personas que no coinciden con nuestras definiciones simplificadas del principio, que tan reconfortantes nos pueden resultar a quienes sí lo hacemos, pero que tanto le faltan a la verdad que muestra la realidad. 

No somos piezas de ajedrez, somos lo que marca nuestra identidad de género en nuestro cerebro, todo un espectro analógico de colores entre hombre, no binario y mujer. Independientemente de lo que tenga escrito nuestro ADN, del aparato sexual que tengamos, del tamaño de nuestros pechos o nuez, de la forma de nuestras caderas, de cómo nos guste llevar el pelo, si usamos o no falda o camisa rosa.  

Las combinaciones entre genéticas, aparatos sexuales, expresiones de género, identidades de género y sexualidades son tan amplias que nos hacen falta todo un montón de nuevas palabras, no solo para denominarnos, recordemos la primera frase con la que empezamos... hacen falta para que la diversidad humana se reconozca y exista para todos.

 

Si prefieres escuchar este mismo texto puedes hacerlo en este podcast:

https://go.ivoox.com/rf/77605955


martes, 2 de marzo de 2021

Una roca espacial especial

Érase una vez una roca grande que yacía plácidamente en la superficie del planeta Marte hace millones de años


Un día algo rompió súbitamente su milenaria rutina: Una gran explosión ocurrió cerca de él, quizá un meteorito bastante grande impactara lo suficientemente lejos como para no destrozarla, pero lo suficientemente cerca como para lanzarla al espacio con tanta fuerza que consiguió romper con la gravedad de Marte y comenzar un viaje espacial. Este hecho de por sí para la vida de una tranquila roca ya es una casualidad y la oportunidad de convertirse en algo especial, pero la historia de nuestra amiga no ha hecho más que empezar.

De todas las direcciones en las que podía haber sido lanzada al espacio tomó una -de nuevo- muy muy especial. Su trayectoria por el espacio vacío, de otro buen montón de años, la llevaría inexorablemente a entrar en colisión con el planeta vecino, la Tierra. Recordemos que la distancia media entre ambos planetas es de 225 millones de kilómetros, por lo que esta segunda casualidad es tremendamente improbable, pero una vez más nuestra amiga roca fue agraciada.

Tras todo ese tiempo de tranquilidad espacial llegó el día de impactar contra la Tierra. La mayoría de las rocas que son atrapadas por la gravedad de nuestro planeta son desintegradas por el rozamiento con la atmósfera al alcanzar grandes velocidades en su camino descendente, y quedan en anecdóticos destellos de luz más o menos brillantes. Pero ya conocemos a nuestra querida roca, ella consiguió sobrevivir a la entrada y alcanzar la superficie con un buen estruendo.

Pasados los primeros instantes, la roca de nuevo se enfrentaba a la tranquila eternidad, y pasó largos años descansando inmóvil de nuevo. Un día, un científico o una persona lo suficientemente curiosa se fijó en ella. Tras ser examinada cuidadosamente los geólogos pudieron determinar su origen y descubrir la historia de su intensa existencia registrada en sí misma. Solo 200 veces se ha podido constatar que haya pasado este encaje de bolillos, por lo que su valor y fama se extendió entre las personas.

Bueno, pues parece que al final en vez de su anónimo aunque curioso destino le esperaba ser admirada por una persona detrás de otra en algún museo o similar. Pero ella es tan especial, tanto, que el remate de su historia es genial.

Un compendio internacional de científicos liderados por la NASA decide mandar una nueva misión para estudiar geológica y prebiológicamente el planeta Marte: Perseverance. Construyen un vehículo autónomo cargado con el que quizá es el laboratorio robótico más sofisticado jamás construido por el ser humano, que entre otros cuenta con SHERLOC, un instrumento que mediante laser buscará rastros de moléculas relacionadas con la biología, posibles rastros de vida Marciana. El problema es que este instrumento necesita ser calibrado antes de ejecutar sus experimentos para alcanzar la precisión en sus medidas que esta labor necesita. ¿Y cual es el mejor objeto para calibrar los laser de este instrumento? Precisamente una roca del propio planeta Marte sería ideal, al hacer una primera medición sobre él se puede saber si es necesario algún ajuste porque el valor que se debe obtener es conocido.

He aquí el fabuloso final de nuestra roca viajera: es cortada en dos pedazos, uno se utiliza para las pruebas de SHERLOC aquí en la tierra, y el otro se monta en su nave espacial propia como único tripulante y gracias a un impresionante resumen de la capacidad científica y tecnológica del ser humano es lanzada de nuevo al espacio:


Esta vez el viaje es mucho más corto, menos de seis meses de vuelta dirigida. Comparado con todo lo que lleva encima se le ha pasado "volando". Cuando llegó a Marte, y a pesar de hacerlo a una gran velocidad, por una vez el aterrizaje ha sido suave, suave, su su suave. Un paracaídas con mensaje y un ascensor con su cuerda incluida lo depositan sobre la superficie como una mariposa de 1000Kg.

Ha vuelto a casa, nuestra amiga roca se ha convertido en el primer objeto (que sepamos) que hace un viaje interplanetario de ida y vuelta entre dos planetas gracias a esta sucesión de improbables casualidades, y de paso ayudando a la ciencia. ¿No está mal para una simple roca, verdad?

[Historia inspirada por Jesús Martinez Frías, doctor en ciencias geológicas y experto en meteoritos y geología planetaria.]

https://www.jpl.nasa.gov/news/a-piece-of-mars-is-going-home